viernes. 19.04.2024

El arte de no acertar

Juan Antonio Palacios Escobar
Juan Antonio Palacios Escobar 

Últimamente nos topamos con personajes en el difícil arte de la política que no aciertan ni por casualidad, y no son oportunos ni equivocándose. E igual nos encontramos  con aquellos que se consideran los mejores y magníficos, mientras que tenemos otros cuyas actuaciones son miserables entre la barbarie, la ineptitud y el salvajismo.

 Resulta curioso observar como algunos desearían ser líderes, pero tanto la hemeroteca como el espejo de  la  realidad  les devuelven la imagen de sus pequeñas y grandes miserias,  Sin argumentos, debates  ni actuaciones que nos convenzan y cautiven.

 Son dogmáticos y egoístas, ya que no admiten otras opiniones que no sean las suyas ni son capaces de mostrar su generosidad, de la que carecen en busca del bien común. Ponen el grito en el cielo y se expresan ofendidos cuando se dice de su conducta, con pruebas y argumentos, lo que ellos vienen acusando a los demás gratuitamente y solo con el propósito de ocultar sus vergüenzas y distraer al personal.

En medio de este mercado de las mentiras, las calumnias y las fake news, inventan las mayores barbaridades aunque produzcan un gravísimo daño a España. No aciertan en su patriotismo, que se mueve permanentemente entre, el no ser, el no tener nada que decir y no querer recordar quienes fueron.

Nos encontramos en plena era de las perfecciones programadas, con máquinas que lo hacen todo, y quienes tienen que decidir, no aciertan para otorgarles a los artilugios las equivocaciones en forma de averías., aunque no visiten los talleres y sustituyan el artilugio por otro nuevo.

Presumen, sin embargo, de las hazañas de superdotado y de poder predecir su asombroso destino, pero están llenos de miedos, de la locura de no saber qué hacer, de pensar que cualquier conflicto es un mal en sí mismo. En ese no encontrar el equilibrio, no ven el adversario cuyos derechos respetar, sino solo enemigos que vencer, burlar o traicionar.

 Son sujetos que no dejan jugar al rival, por lo que no pueden aprender de él, ya que antes de estudiarlo y conocerlo se plantean sin reglas y normas que la mejor defensa es el ataque. Observen si no que nuestra mejor y mayor especialidad es destruir al que gobierna, y caer a lo largo y ancho de nuestra historia en hacer oposición contra la oposición.

Veamos si no la situación actual, con la crisis del Coronavirus, que es una pandemia, se constata con claridad que no son capaces de colocar la unidad y los intereses generales por encima de todo,  ya que desgraciadamente no se lucha  para conquistar legítimamente el poder sino para destruir al rival.

Tendemos a meter la pata y no acertar, ya que preferimos romper la baraja con tal de que el contrario no se salga con la suya.  Esta forma de ver la vida y la política como una parte importante de ésta genera crispación y vemos como los personajes se mueven entre la tragedia y la farsa.

Tal vez porque aún resulta difícil y complicado en una cultura personalista e individualista, que cada cual asuma sus propias responsabilidades o nos  lavamos las manos o desplazamos hacia otro lado aquello que deberíamos abordar y resolver nosotros.

Hacemos trampas y sustituimos con retóricas y dialécticas, que el único culpable de todas las maldades e inoperancias es el otro, y terminamos en la endogamia indecente de “todo por los nuestros con razón o sin ella”.

                    

                   

        

 

El arte de no acertar
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