jueves. 28.03.2024

Javier Salvador, teleprensa.com

Andalucía y Madrid como comunidades autónomas o decenas de ciudades en toda España son el fiel reflejo de lo que ocurre cuando PP, Ciudadanos y Vox suman lo suficiente para bloquear cualquier opción de gobierno del partido más votado en todas y cada una de las últimas elecciones a las que hemos sido llamados los españoles, y guste o no esa formación es el PSOE, con todas sus luces y sombras. A partir de ahí el votante del bloque ideológico mayoritario en España se encuentra ante el gran dilema de seguir castigando a la formación en la que confiaron y que por mil y un motivos crucificaron porque les decepcionó, o volver al postulado básico del no pasarán, porque ahora sí que saben lo que ocurre cuando el voto se dispersa entre pintorescas opciones que no arrastran electores nuevos desde la tradicional abstención, sino de los pozos sobreexplotados de la izquierda de toda la vida.

En estas elecciones una de las grandes batallas se libra en el terreno de la recuperación de aquellos que migraron desde el PSOE a la abstención y de ahí a Ciudadanos, porque si a un votante descontento de los socialistas le molesta volver a sus ideales de juventud, lo que le produce realmente urticaria es que su voto haya sido utilizado para generar pactos de gobierno sometidos al capricho de la extrema derecha que representa VOX. Dicho de otra forma, son los disidentes del PSOE los que han propiciado que el resurgir del fascismo tome posiciones en gobiernos regionales, provinciales y municipales, porque participen o no en la toma diaria de decisiones, lo que sí se les han garantizado es toda una legión de sueldos, pingües ingresos, para esa larga lista de cargos y asesores que se han encontrado con el pan debajo del brazo de un día para otro.

Y al votante de neoizquierda hay que motivarle desde lo económico, en el sentido de que comenzó votando con un sentimiento absolutamente apostólico en el que todo era ideología. Cuando encontró trabajo gracias a su partido o proximidad ideológica se sintió rehén, y con los años pasó a ser mercenario si no conseguía progresar al ritmo de sus otros compañeros. Ese movimiento emocional les llevó hasta Podemos y Ciudadanos, pero ahora se encuentran con que por un lado han generado una especie de Izquierda Unida 2.0 y, por el otro, que han sido los títeres del PP para conseguir sumas de gobierno que pasarán una enorme factura en imagen internacional por permitir que la ultraderecha consiga aquí lo que hasta en Italia han sabido superar como un efímero pasaje.

A la izquierda española, ya sea purista o centrista, no le queda otra que enarbolar el no pasarán para poner las cosas en su lugar y evitar que en un país mayoritariamente de izquierdas, moderadas o tajantes, se produzcan las sumas de las derechas. La ecuación pasa por elegir lo malo conocido antes que lo nuevo por conocer, y sólo si son capaces de movilizar voto como lo hicieron en los años de Felipe González y Alfonso Guerra podrán llegar a esos resultados que vaticina un CIS al que se le suele contestar con lo que se quiere que ocurra, pero al que la pereza de ir a votar le puede dar la vuelta y propiciar esos resultados que cuentan las encuestas que manejan los partidos que luchan, precisamente, contra la izquierda.

Dicho de otro modo, si no votas luego no te quejes.

La izquierda del no pasarán